ECONOMÍA INCA
UNA ECONOMÍA AUTO SUFICIENTE
La gran diversidad de climas y
paisajes a lo largo de los más de km de norte a sur, se reflejó en la economía.
La costa fría y seca favoreció la pesca, que también se practicó en balsas en
el lago Titicaca. En los valles de la sierra se dio el cultivo de maíz, la
calabaza, la mandioca y otros productos alimenticios o textiles, como el
algodón; mientras que en la puna, como también se le llamaba a la meseta, se
practico el cultivo de papa, de la que existían más de variedades. Este tubérculo, base de alimentación
del pueblo Inca, se desecaba y se almacenaba para utilizarlos en períodos de escasez.
Finalmente, en las tierras más altas se desarrollo la ganadería de llamas y
alpacas. Las llamas eran de gran utilidad: su carne se comía fresca o en forma
de charque y también se aprovechaba la lana; era además un buen animal de carga
apto para la cordillera. También se domestico la alpaca, de lana más fina, la
vicuña cuya lana estaba reservada para los vestidos del Inca.
En los valles tropicales se
cultivaba la coca, cuya hoja se masca o se toma en forma de té y sus efectos
permite soportar el frio y la altura y el hambre. De esta forma los Incas
lograban auto sustentarse, es decir, no
necesitaban nada de afuera del imperio, tenían sus necesidades básicas de
alimentación, vestimenta y construcción satisfechas.
UNA ECONOMÍA PLANIFICADA:
Los Incas construyeron verdaderas
obras de ingeniería en las laderas de los andes. Para aumentar la superficie
cultivable. LAS TERRAZAS DE CULTIVO, eran plataformas de tierra sostenida por
muros de piedra, que transformaban la pendiente inclinada en una serie de
escalones horizontales. Rellenas de gravas y abonadas por el excremento de las
llamas y aves marinas, solucionaron los problemas planteados por el relieve.
Como las lluvias eran escasas, se construyeron canales y acequias para
transportar el agua desde los deshielos hacia los campos de cultivos.
El trabajo se llevaba a cabo en
forma cooperativa por las comunidades aldeanas llamadas ayllu. Aunque la tierra
pertenecía en su totalidad al Inca, este entregaba campos en usufructo a los
Ayllus. El curaca distribuía los campos entre las familias según el número de
integrantes y reservaba las dos terceras partes de la misma para beneficio de
los templos y del Inca. Estas tierras eran cultivadas en común por los
campesinos y su producto era enviado al Cuzco o almacenados en los depósitos
del gobierno local. Los campesinos trabajaban en la tierra del Inca o de los
Templos en turnos rotativos de tres meses. Este sistema de trabajo forzoso se
llamó MITA y fue también aplicado a otras actividades mantenimientos de los campos y caminos,
participación obligatoria en el ejercito, mantenimientos de depósitos. Durante
este período de trabajo los campesinos eran alimentados por el Estado, que los
proveía de semillas y herramientas y mientras duraba su servicio, mantenía a
sus familias.
Aunque el excedente producido iba
para el Inca, este tenía la obligación de alimentar al pueblo en caso de
escasez.
Con el excedente, al igual que en
Egipto, el Estado pagaba a los funcionarios, al ejército, mantenía los templos
y financiaba a los templos. Los tributos al Inca, no solo eran pagados en
cosecha sino también en trabajos, tejidos, joyas, metales y otras. Todos estos
recursos eran controlados por el QUIUCAMAYU, que llevaba a cabo los censos de
hombres y productos. Como el Estado organizaba y distribuía los productos, no
fue necesario desarrollar un comercio, además cada Ayllu poseía tierras en todos los pisos ecológicos y por lo tanto
contaban con una diversidad de productos que no hacía necesario el comercio.
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